Portada: Nicholas U. Mayall 4-meter Telescope. Fuente: /NOIRLab/NSF/AURA/T. Slovinský
Datos del artículo científico:
- Título: “Cosmological Constraints from the Measurements of Baryon Acoustic Oscillations”
- Autores/as: DESI Collaboration.
- Fecha de publicación: 27 de Marzo 2024.
- Estado de la publicación: Preparado para entrega al Journal of Cosmology and Astroparticle Physics (JCAP), acceso abierto en arXiv.
En este astrobito, revisaremos los primeros resultados de la colaboración DESI. Para hacer justicia a sus resultados, tendremos que contar la historia de nuestro Universo, y como nuestros modelos más sofisticados lo tratan básicamente como un plato de sopa en expansión. Hablaremos de la edad temprana del universo, de las Oscilaciones Acústicas de Bariones, de la Energía Oscura y los misterios que tiene que ofrecer.
Había una vez una sopa primigenia…
Al principio de los tiempos, el Universo era notablemente uniforme: era una sopa muy caliente, casi perfectamente homogénea de fotones (también conocidos como “radiación“), hidrógeno y helio (también conocidos como “bariones“), neutrinos y materia oscura.
En la sopa primigenia la materia se encontraba ionizada. Los electrones (cargas negativas) y núcleos atómicos (cargas positivas) vivían separados unos de otros debido a las altísimas temperaturas de aquel entonces. En este ambiente, la luz actuaba como una pelota de ping-pong: al encontrar una carga (ya sea un electrón o un núcleo atómico), la luz interactuaba con esta, empujándola, y salía despedida en una dirección, solamente para momentos después encontrar otra carga y repetir el proceso. Podemos resumir esta situación diciendo que la luz y los bariones estaban estrechamente acoplados, formando una sustancia llamada plasma bariónico-fotónico.
Mientras esto sucedía, la materia oscura solamente se hacía sentir a través de la gravedad, interactuando de forma sútil con el plasma bariónico-fotónico. La sopa primigenia era casi homogénea, pero había ligeras irregularidades en la distribución de materia oscura. Estas zonas del Universo, ligeramente más o menos densas, ejercen una atracción gravitatoria más o menos fuerte que el promedio. Ahora pensemos en el plasma bariónico-fotónico: si se encuentra en zonas de mayor densidad, el plasma sentirá mayor gravedad y tenderá a comprimirse. Pero como resultado, la luz rebotará con mayor frecuencia en bariones cargados, ejerciendo presión en el plasma, tendiendo a dilatarse. Esto a su vez comprime a otras regiones circundantes del plasma, iniciando una reacción en cadena. Este tira y afloja entre la gravedad y la presión de radiación es la fuente de las oscilaciones acústicas bariónicas (BAO por sus siglas en inglés).
Se les llama “oscilaciones acústicas” dado que comparten la misma naturaleza que las ondas de sonido: ambas son ondas de presión. Mientras que el sonido se produce debido a la vibración de nuestras cuerdas vocales y se propaga en el aire, las oscilaciones acústicas bariónicas se producen debido a la presión de radiación y a la gravedad, y se propaga en el plasma bariónico-fotónico.
Esta historia se desarrolló durante los primeros 378.000 años de nuestro Universo. Pero a medida que pasaba el tiempo, la sopa se iba enfriando poco a poco, afectando a los procesos que transcurrían en ese entonces.
Hasta que un día, la sopa se enfrió…
Actualmente, el Universo es transparente. Podemos ver la luz que nos llega desde el Sol, cúmulos de estrellas, e incluso galaxias lejanas, sin que ésta sea interrumpida constantemente de forma dramática. Sin embargo, como discutimos en la sección anterior, en el Universo temprano este no era el caso debido a la temperatura de la sopa primigenia. Esto significa que tuvo que existir una transición en el Universo, un momento en el tiempo en donde la temperatura era lo suficientemente baja para que las cargas se pudiesen juntar y los átomos neutros se pudiesen formar: la recombinación.
Una de las consecuencias más espectaculares de la recombinación es el fondo cósmico de microondas (CMB): cuando los átomos neutros se formaron, los bariones dejaron de interactuar intensamente con la radiación (i.e., dejaron de jugar ping pong con la luz), disolviendo el plasma bariónico-fotónico. El resultado es un brillo que permea todo el Universo, que al momento de su emisión era de un color anaranjado, y que el día de hoy recibimos en la frecuencia de microondas (Figura 1).
¿Y qué le pasó a las oscilaciones acústicas bariónicas?… La recombinación las congeló! Al no haber presión de radiación, la onda no se podía seguir propagando. Los bariones, ahora desacoplados del fondo de radiación, quedaron a la merced de la gravedad, siguiendo el tirón de los primeros halos de materia oscura. Pero esto no quiere decir que su efecto haya desaparecido para siempre. Al contrario, se puede medir el impacto de las ondas acústicas, dado que rodeando a cada zona de alta densidad, existe una pequeña huella de onda que quedó congelada en el tiempo: una burbuja de sobredensidad de materia.
A medida que el Universo se enfría, las primeras galaxias se empiezan a formar precisamente en los lugares con un exceso de densidad de materia, creando un patrón distintivo en el firmamento (Figura 2). Esto quiere decir que existe una ligera tendencia a detectar pares de galaxias separadas por la distancia que dichas ondas de sonido viajaron. Hoy en día, y teniendo en cuenta la expansión del Universo, esto corresponde a aproximadamente 500 millones de años luz.
Este patrón se ha observado en mapas del cosmos, por ejemplo en el Sondeo Espectroscópico de Oscilaciones Bariónicas (BOSS), del Sloan Digital Sky Survey (SDSS). Aquí es donde entra el Instrumento Espectroscópico para el estudio de Energía Oscura (DESI), y la reciente publicación de los resultados del primer año de observación.
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